Simplificar nuestra vida.

¿Has llegado al punto de sentir tu vida saturada? ¿Ese sentimiento de que no te alcanza el tiempo con todos los compromisos pendientes por cumplir?

 

Tenemos la costumbre de colmar nuestros días de actividades y obligaciones. Llenar nuestra agenda diaria hasta el tope se ha vuelto parte de nuestra rutina y sin pensar, podemos pasar meses y años llenando hasta el último minuto que nos queda del día con tareas y metas.

 

No está mal querer cumplir nuestros sueños y metas, poder pautar una reunión o hacer el curso que tanto hemos deseado, pero cuando nos sentimos abrumados y hasta asfixiados de nuestra rutina, es un claro síntoma de que las cosas se nos han salido de control. Nos invade esa necesidad de parar por un segundo y resetearnos para volver a empezar. Ahí es cuando la palabra “simplificar” suele rondar nuestra vida.

 

¿Cómo logro simplificar mi vida?

 

Simplificar nuestra vida requiere de una serie de cambios importantes, tanto internos como externos.

 

Comencemos por entender qué hace que siempre busquemos estar ocupados. Problemas en el hogar, deseo de no llegar temprano a casa, poca valoración de uno como persona, el querernos sentir importantes, frustración, depresión, ansiedad, inseguridades o no saber delegar; pueden ser factores claves para entender por qué elegimos mantenernos ocupados al punto tal de no darnos un respiro. Tomar la decisión de canalizar y sanar circunstancias internas, nos ayudará a conectarnos con nosotros mismos. Busquemos ayuda de ser necesario.

 

Ahora bien, vayamos a lo externo. Iniciemos con los espacios donde más tiempo pasamos (nuestro carro, oficina y hogar). Organizar, limpiar y reducir todas las cosas que no usamos o que son innecesarias, botar papeles viejos, donar ropa que ya no usamos, desechar adornos que ya no nos gustan, simplificar nuestro escritorio con lo básico y crear un ambiente minimalista, hará que nos sintamos diferentes y más holgados.

 

Mantengamos el tiempo que más podamos el orden de nuestros espacios habituales, dedicando siempre un día del mes para volver a hacer una organización profunda.

 

Establezcamos prioridades. Todos tenemos más de 2 prioridades en nuestra vida, que a la larga se tornan en infinitas prioridades. Como el fin es simplificar, analicemos cuáles son las más importantes para nosotros hoy y enfoquémonos en ellas.

 

Preguntémonos ¿cuánto tiempo estamos invirtiendo en ellas y cuánto tiempo a su vez estamos gastando en actividades que no contribuyen a nuestras prioridades?

 

Podemos crear una lista de 4 a 5 prioridades y con ellas en mente podemos organizar nuestro día en base a eso. Quizás podamos posponer, eliminar o delegar en otras personas algunas actividades y así, poder establecer una rutina que nos haga sentir satisfechos, tranquilos y con ánimos de comenzar el día.

 

Simplifiquemos también nuestro mundo digital. Eliminemos información y suscripciones viejas que ya no requerimos en nuestro correo. Organicemos las capetas del escritorio de nuestro computador y disco duro. Invirtamos menos tiempo en redes sociales, solo dediquemos una o dos horas al día.

 

Dediquémonos tiempo de calidad. Hagamos una lista de aquellas cosas que nos generan felicidad y bienestar. Ir a tomar café con unos amigos, ir al gimnasio, comer saludable, meditar, comenzar clases de yoga, visitar a la familia, pasar tiempo con los hijos, irse de viaje, leer, cocinar, etc.

 

Toma mínimo tres actividades: una en la que puedas conectarte solo contigo, una que te haga sentir más saludable y otra que sea para compartir con algún ser querido. Mantengamos siempre vigente este tipo de conexiones y espacio personal. Uno de los principales obstáculos de nuestra felicidad es volvernos muy complejos, cargarnos de cosas y situaciones innecesarias.

 

Simplificar nuestra vida es identificar lo que realmente aporta valor a ella. Pasar de vivir por cosas a vivir por experiencias. Comprender que merecemos regalarnos tiempo de calidad con las personas que queremos, destinarlo a actividades que nos hagan sentir vivos sin necesidad de desgastarnos, es un perfecto balance.

 

Simplificar nuestro día a día es sinónimo de colmar de paz nuestra vida.

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