Pensarse bien a uno mismo

Todos los instrumentos que tenemos son válidos para la vida, tanto la razón como la experiencia; y debemos aprender a usar cada uno a nuestro favor. Esto lo remarca el filósofo y escritor Michel de Montaigne en su género literario denominado ensayo, donde se muestra preocupado por el análisis de la experiencia propia; con el objetivo de fondo de aprender a pensar(nos) bien si queremos llevar una vida plena. ¿Qué quiere decir con esto? Que no debemos desestimar nada que tenga que ver con nosotros mismos y nuestras experiencias.
 
Según este intelectual, tenemos tres grandes preocupaciones de las que difícilmente conseguimos librarnos debido a la dureza que nos infligimos a nosotros mismos:
 
Preocupación excesiva sobre la percepción de nuestro cuerpo.
Poca capacidad de aceptación cuando somos, o nos sentimos juzgados por los demás.
Poca inteligencia emocional de cara a construir una personalidad sana y, a ser posible, poco acomplejada.
 
Estas tres maneras de masacrar nuestra autoestima proceden de elegir modelos equivocados en los que fijarnos, porque no tenemos en cuenta ni la naturaleza de ellos ni la naturaleza propia. Nuestra percepción de la vida debe ser algo más cercano y profundo, digno de ser analizado desde el amor, la sencillez y la honestidad.
 
Es importante aprender a disfrutar y construir día a día nuestros momentos y lugares en los que nos sintamos simplemente felices, sin que la necesidad constante de refuerzo y aceptación social sobre estas cuestiones genere en nosotros un sentimiento de incomodidad e inconformidad.
 
A continuación, expondré cuatro aspectos importantes que nos ayudarán en este proceso:
 

El “YO” y el avatar (lo verdadero y lo aparente).
 
Las circunstancias que rodean nuestras vidas han cambiado radicalmente en los últimos veinte años, sobre todo con la popularización de internet y las redes sociales. Esto ha derivado en que, de manera preocupante y casi extrema, estamos empezando a darle más importancia a la circunstancia virtual que a la real; y lo que es peor, condicionamos nuestra realidad en base a ello.
 
Si no tenemos bien alerta el interruptor del pensamiento crítico, las consecuencias de la presión que generan esas circunstancias virtuales pueden ser muy devastadoras de cara a lograr una personalidad sólida y equilibrada, ya que nuestra búsqueda de realidad está orientada bajo el amparo de lo virtual, y estamos sufriendo mucho (manera voluntaria y sin darnos cuenta) en este proceso.
 
Pensar con perspectiva.
 
El filósofo español Ortega y Gasset no solo defendía que la suma de dos puntos de vista nos proporcionaba una visión de la realidad más auténtica, ampliando el abanico de nuestro pensamiento crítico; sino también que el “yo” iba siempre acompañado de las circunstancias, ambas en el mismo foco. El problema está cuando no ponemos el foco de atención donde debemos.
 
¿Qué pasa si desvirtuamos nuestra manera de apreciar el mundo? Que no vemos las cosas nítidas, ni tampoco sabemos a dónde nos dirigimos; y esto trae como consecuencia que no focalicemos nuestras energías en objetivos claros y transparentes, objetivos que vayan acorde con nuestra filosofía de vida.
 
En la actualidad este proceso se ha vuelto muy difícil ya que no paramos de mirar a todos los sitios buscando referentes y comparándonos con otras personas dejando de lado nuestra personalidad y nuestras circunstancias. Esto hace que el camino sea disperso y difuso, lo que pone en peligro nuestra dirección hacia una vida y una relación personal sana y satisfactoria.
 
Pensamientos sólidos y la importancia del contexto.
 
Aprender a tomar el control de nuestras vidas es muy importante, y esto puede parecer una obviedad, pero nada más lejos de la realidad. José Carlos Ruíz, filósofo y promotor del pensamiento crítico afirma que estamos viviendo al revés, es decir, la vida es la que nos lleva a nosotros, y no viceversa. Pero para esto es importante conocer las circunstancias y seleccionar los contextos, es decir, ampliar el campo de mira más allá de lo inmediato, más allá de nuestras narices.
 
La rutina muchas veces nos encierra en una cápsula donde vamos en modo automático durante horas, días, e incluso meses y años. Pasando por alto el virtuoso hábito de cuestionar y trabajar en el desarrollo de pensamientos sólidos, libres de etiquetas y prejuicios. Esto potenciará nuestra personalidad, nos hará más fácil la toma de decisiones teniendo en cuenta los factores internos y externos, enfocar una relación personal y profesional sana, y un modelo de crianza también sano.
 
Cosas que dependen de mí.
Una de las cosas que nos ayudarán a pensarnos bien a nosotros mismos será diferenciar lo que depende de nosotros de lo que no, y más allá de eso, tener claro lo que podemos controlar, y aceptar lo que proviene de la naturaleza.
 
Entre las cosas que podemos controlar, expondré varios ejemplos: nuestras emociones, nuestro pensamiento crítico, nuestros actos, nuestras palabras y nuestras opiniones; sobre todo saber en qué círculos exponerlas y ante quiénes, ya que en los tiempos de sobreabundancia de información en los que vivimos, parece muy fácil apropiarse de las opiniones de otros sin hacer previo análisis con criterio de cara a forjar nuestra opinión sobre la cantidad de cosas que suceden y nos llegan como bombas casi a diario.
 
Epicteto defendía que teníamos que ser dueños de nuestras inclinaciones, deseos y miedos, pero, junto a estos, también hemos de controlar nuestros actos. Es decir, que nuestra intención de mantener la voluntad en armonía con nuestra naturaleza, nuestros pensamientos, nuestros actos y nuestras palabras es primordial para afrontar las acciones de la vida diaria de manera responsable y coherente.
 
El hábito de mantener nuestros pensamientos saludables es algo que se entrena, y que debemos trabajar antes de que la urgencia se imponga. Entender que la sublime belleza de una vida feliz se obtiene mediante el autoanálisis, el pensamiento crítico, y la valentía de atrevernos a pensar por nosotros mismos nos forjará una identidad propia y auténtica, pero no desde exponer qué es lo que hay que hacer, sino de meditar sobre nuestra filosofía de vida teniendo siempre en cuenta el contexto y las circunstancias.

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