La historia empezó un día de junio caminando en una playa del Caribe. Hablábamos de nuestra propia transformación. Los dos años anteriores no habían sido particularmente fáciles para nosotros, y fue allí, en medio de esa tormenta, cuando los dos conocimos la meditación.
Ese día en la playa, cuando las tormentas ya habían pasado, nació la idea: ¿qué tal si llevamos la meditación a las personas de nuestro entorno? Sabíamos que para meditar no hacía falta convertirse en monjes o ir al Tíbet y aislarse de todo (o al menos no necesariamente). La meditación puede conjugarse perfectamente con cualquier estilo de vida. Así lo habíamos vivido nosotros, y era eso precisamente lo que queríamos lograr: poner la meditación de una manera sencilla y accesible para todos. Así nació Yivana.
Creemos fielmente (porque lo hemos experimentado) que tan sólo diez minutos diarios de meditación pueden ser absolutamente transformadores. Creemos que es posible crear vidas más felices, más sanas, más productivas y más plenas a través de la meditación.
Si la familia es el núcleo de la sociedad, entonces las personas somos su átomo. ¿Cómo hacer un mundo mejor? Pues una persona a la vez, intentando transformar el estrés que muchas veces predomina en la vida de hoy en día en calma, felicidad, serenidad y plenitud. Esa es nuestra meta: construir un mundo mejor, una persona a la vez, diez minutos por vez.
Así que esa idea que nació cuando caminábamos descalzos sobre la arena, hoy se materializa en un proyecto con muchas metas, y que empieza por una ventana en una pantalla inteligente que quiere mostrar que la meditación es algo sencillo que está al alcance de todos y que puede ser profundamente transformador.
La palabra “jivana” significa vida en sánscrito. Para nosotros la meditación es la mejor manera de acercarnos más a nuestra propia vida, a aprender a estar en el momento presente instante tras instante para así, realmente, vivir.
¡Gracias por leernos, gracias por estar aquí!
– Ily y Diego