Higiene mental preventiva

Cada cierto tiempo nos hacemos revisiones médicas, para ver que todo progresa y evoluciona como es debido en nuestro organismo. Pero ¿cuántas veces reflexionamos sobre nuestro modelo de pensamiento, o sobre nuestra filosofía de vida? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos una buena limpieza de la casa mental?
 
Muchas veces, a lo largo de nuestras vidas hacemos verdaderos esfuerzos de voluntad por no beber o comer cosas que nos apetecen porque sabemos que nos perjudican. ¿Qué ocurre entonces cuando se trata de analizar ideas preconcebidas, de comprender la llama interna desde donde surgen nuestros sueños y deseos, o de tomarnos la tarea de revisar cuáles son nuestros pensamientos más frecuentes o nuestro diálogo interno? Quizás esto no resulte ser tan fácil porque requiere quitarnos prejuicios y malos hábitos que hemos ido adquiriendo durante años sin nisiquiera darnos cuenta.
 
No se trata de aprender a ser optimista porque sí, sino más bien de aprender a construir un modelo de vida cuya raíz esté asentada en la felicidad y en la libertad entendida como una manera de ser. La pregunta que debemos realizarnos entonces es: ¿por qué no cuidamos y cultivamos nuestros pensamientos saludables de igual modo que hacemos con nuestro cuerpo?
 
Durante este escrito intentaré mostrarte que sí se puede adquirir una higiene mental y que es posible aprenderla y ponerla en práctica a través de los detalles de la vida cotidiana.
 

LA FELICIDAD EN LA SOCIEDAD DE LA RECOMPENSA INMEDIATA
 
Estamos viviendo muy acelerados, y más allá de eso, nuestras vidas se están viendo cada vez más influenciadas por las pantallas que nos rodean, el bombardeo de noticias, y las ideas insustanciales. Esto hace que busquemos soluciones apresuradas que atajen el problema que se nos acaba de presentar, y cuando la respuesta o la solución no se nos presenta tan velozmente como un clic, empezamos a desesperarnos, a frustrarnos o incluso sentirnos infelices.
 
Esto sucede porque los problemas o insatisfacciones que podamos tener, en su mayoría, no han surgido de manera espontánea, sino que han necesitado su tiempo para acrecentarse, y por lo tanto, no podemos pretender resolverlos en el instante.
 
La necesidad de inmediatez, no deja que realicemos el análisis de las circunstancias reales que rodean el momento, al igual que la incesante búsqueda del placer y recompensa inmediata (que confundimos con felicidad) suele desactivar por completo la perspectiva del contexto. Esto acaba en una visión completamente errada de una determinada situación y una lejanía de la solución a un determinado problema.
 
Saber qué ideario vital tenemos, qué filosofía de vida es la más conveniente teniendo en cuenta nuestra personalidad y nuestros propios sueños, lleva implícito sustituir la hiperacción por momentos necesarios de reflexión y contemplación.
 
De cara a entender el modelo de felicidad a construir, pongamos el ejemplo del árbol: su semilla tarda mucho en germinar, crece a su ritmo, no tiene prisa por demostrar la belleza de sus ramas y sus hojas; sino más bien por asegurarse un tronco y, sobre todo, unas raíces que le permitan enfrentarse a la vida sin miedo. Al tener un tronco fuerte, las tempestades podrán partirle algunas ramas o hacer que sus hojas se caigan, pero el árbol seguirá siendo árbol.
 
Se trata de que cada uno encuentre su propio concepto de felicidad, y se acerque a ella de la forma más autónoma y sólida que pueda. Esto tomará tiempo, pero no podemos olvidar que, si logramos tener una felicidad enraizada, como la del árbol, podremos ser felices de manera reposada y segura entendiendo que es un estado consciente en el que decidimos fluctuar pese a lo que pase en el exterior.
 
GESTIÓN DE LOS PENSAMIENTOS
 
La persona con la que pasamos más tiempo a lo largo de nuestras vidas es con nosotros mismos. Por eso es tan importante que dicha relación y diálogo sea saludable y enriquecedor. No se trata de juzgar aquellos pensamientos que tachamos como negativos, se trata más bien de identificarlos, entender de dónde provienen, y dejarlos ir, sin apegarnos a ninguno de ellos, como cuando meditamos. Solo que en esta ocasión profundizaremos en el análisis de nuestro diálogo interno.
 
¿Te has preguntado si aquello que te dices a diario o aquello que crees como verdad única y absoluta, son realmente pensamientos propios? La mayoría de las cosas que conforman nuestras creencias y patrones de vida las hemos aprendido a lo largo de nuestras vidas mediante comportamientos y cosas que hemos escuchado dentro de nuestro círculo vital (la familia, los amigos, la escuela, la sociedad). Y hemos crecido adoptando estos pensamientos como propios sin cuestionar o gestionar cuáles de ellos realmente van acorde a la filosofía de vida que deseamos encaminar.
 
Esta gestión de los pensamientos requiere un hábito de mantenimiento en el que sería prudente examinar nuestra vida cada cierto tiempo. Pero sin juzgarnos en el proceso, sino más bien siendo amables y pacientes con nosotros mismos. El autoanálisis lleva tiempo y siempre tendremos la oportunidad de renovarnos y hacerlo mejor.
 
DISMINUCIÓN DEL PODER DE LAS CIRCUNSTANCIAS
 
Situar cada cosa en su contexto, en su tiempo, y en su momento nos da la capacidad de mirar más allá de nuestras propias narices e intentar captar con mayor atención lo que está pasando a nuestro alrededor. Es importante entender que la circunstancia es todo aquello que ocurre fuera de mí, pero me conforma y me configura (país de origen, país de residencia, familia, idioma, amigos, situaciones externas, etc.) Gracias al entendimiento de ese contexto podremos construir un “YO” de raíz mucho más sano, estable y auténtico.
 
Muchas de esas circunstancias no dependen de nosotros, sin embargo, el cómo nos enfrentamos a ellas es una decisión que sí tomamos a diario (consciente o inconscientemente), y que puede marcar un buen punto de equilibrio en el que se encuentran más fácilmente las soluciones.
 
Pero más allá de solo encontrar soluciones, tenemos el poder de decidir cómo y cuánto me afecta una determinada situación exterior. No se trata de evitar a toda costa sentir tristeza, frustración, miedo, enfado, nervios, etc, ya que estos sentimientos son parte de nuestra naturaleza humana, sino más bien de reconocerlos y gestionarlos sin dejar que tomen el control de nuestras decisiones.
 
Tampoco se trata de imponer una positividad ignorando la realidad, o fingir la presencia de algún problema mirando hacia otro lado. Se trata simplemente de redirigir nuestro foco de atención hacia UNA SOLA COSA: la solución; y mejorar el modo en que nos enfrentamos a la vida teniendo presente la impermanencia de los problemas, y también de nuestros estados anímicos.
 
POTENCIAR EL AUTOCONTROL
 
Dominarse a sí mismo es un arte muy poderoso. Pero, también es cierto que definirlo es mucho más fácil que ponerlo en práctica. El autocontrol, junto con el autoconocimiento y la automotivación son las bases fundamentales de nuestra inteligencia emocional, nos ayuda a identificar las emociones, los pensamientos y las conductas ante situaciones estresantes o conflictivas.
 
Seguro has escuchado alguna vez el famoso dicho “no tomes decisiones en caliente”; ésta es una de las cosas que aprendemos en la vida cuando en algún momento, ante una determinada situación, nos dejamos llevar por nuestros impulsos y tomamos una decisión apresurada y quizás excesiva. Como dijo Daniel Goleman, autor del libro Inteligencia emocional: “la habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso, se ha vuelto un aprendizaje crucial de la vida”.
 
Encontrar los equilibrios no es fácil, pero trabajar en ellos es nuestra responsabilidad de cara a mejorar por nosotros mismos y poder progresar; es un ejercicio voluntario que nada tiene que ver con la percepción del otro, sino que depende exclusivamente de nosotros.
 
COSAS QUE NO DEPENDEN DE MÍ
 
En mi artículo anterior titulado “Pensarse bien a uno mismo” hablé de las cosas que dependen de mí. Pues bien, es tan importante saber lo que depende de mí, de lo que no. Tener este conocimiento es una virtud que se encuentra en el justo medio en el que no nos adentramos en batallas fútiles ni nos alteramos por cosas que no están bajo nuestro control.
 
Interiorizar que no podemos manipular, controlar o dirigir lo que otras personas hagan con sus emociones y apegos, así como las opiniones vertidas en las redes sociales, o el clima; entre muchas otras cosas, es de vital importancia a la hora de priorizar lo importante y poder llevar una vida más serena y saludable.
 
Del mismo modo que Google maps redirecciona la ruta cuando nos pasamos una salida de manera casi imperceptible y sin detenerse a lamentar lo ocurrido, o un marinero redirecciona la nave según las condiciones meteorológicas y va tomando decisiones sobre la marcha sin pensar que la fortuna o el destino ha querido fastidiarle a propósito, consideremos las situaciones que nos ocurren de la misma forma. Dediquemos nuestras energías a aprender a llevar la embarcación por los diferentes vientos y oleajes en vez de pretender dominar cuando tiene que salir el sol o cuando tiene que llover.
 
¡APROVECHEMOS ESTE NUEVO AÑO PARA HACER UNA BUENA LIMPIEZA DE NUESTRA CASA MENTAL!

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