Estar lejos de la familia o de la pareja, la ansiedad y el estrés, la pérdida de un empleo, el desamor, o el luto tras despedir a un ser querido sin haberlo visto, son solo alguna de las dificultades resultantes no solo del COVID-19, sino de este océano de aire en el que todos estamos sumergidos sin fin, esa a la que palpitando; a veces riendo, a veces llorando, y otras veces renaciendo, llamamos vida.
Es muy posible que una de las partes más afectadas tras un largo confinamiento sea la más importante de todas, esa que nos pertenece y nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Esa que, a pesar del caos, nos preparó para caer de pie y seguir andando; nada más y nada menos que nuestra precepción frente al espejo, el “YO”.
La ansiedad, el miedo y la incertidumbre, vividos con regularidad durante este último año, han podido generar ciertos cambios en nuestro autoconcepto, solventando discrepancias que excluyen dentro de nosotros el poderoso atrevimiento de SER.
El autoconcepto presupone conocer las propias capacidades y limitaciones personales, algo en lo que no siempre trabajamos de una manera óptima y honesta, permaneciendo (a veces gran parte de nuestras vidas), ignorantes de nosotros mismos. Quizás sea que preferimos los placeres de una ilusión antes que enfrentarnos a una dolorosa observación y profundización de facetas desconocidas, quizás nos preocupamos más de una imagen “correcta” que sentimos el deber de proyectar, antes que esa que se expresa en la a veces absoluta y necesaria soledad consciente.
Ahora bien, en el proceso de reflexión hacia ese poderoso autoconocimiento hay tres pasos que deberemos tener en cuenta:
1. ¡SUELTA!
Desear proyectar una imagen lo más aproximada a nuestro ideal, debe empezar por una apariencia congruente con el concepto de nosotros mismos en cada una de nuestras facetas como seres humanos, sin apelar a un eterno perfeccionamiento personal. Y esto conlleva liberarse no sólo de toda preocupación por alcanzar esas expectativas que nos hemos autoimpuesto para vernos mejor frente a la sociedad, sino de todo prejuicio sobre esa sombra a la que con frecuencia solemos ignorar, pero que siempre será parte de nosotros.
Una vez hecho esto, será como abrir las compuertas de un canal a punto de desbordarse, es entonces cuando podremos propiciar y potenciar el desarrollo de nuestro “YO” desde una mente despejada de miedos y compromisos externos.
Recuerda siempre que durante todo este proceso lo más valioso eres tú, y todo lo que habita dentro de ti como ser humano será tu motor de impulso. Lo importante siempre será comenzar desde el deseo profundo de reconocernos como lo que somos.
2. ¡TU CEREBRO EMOCIONAL ES FUNDAMENTAL!
Una de las partes fundamentales en las que he insistido en, no sólo trabajar, sino que también ha contribuido a mejorar mi percepción frente al espejo, ha sido el prestarle mucha más atención a mi cerebro emocional, ya que, en ocasiones, cuando no vemos arrastrados por las emociones, nuestra inteligencia se ve francamente desbordada. De modo que, canalizar nuestras emociones, reconocerlas sin juzgarlas, y educarlas con constancia y paciencia será fundamental para guiar nuestros estados internos más profundos hacia un fin más productivo.
Para esto, nos será útil tener en cuenta 4 sencillos aspectos:
– Identificación de aquellas cosas que deseamos cambiar y/o mejorar.
– Análisis que nos permita ser capaces de detectar nuestros sentimientos en el momento en que lo estamos sintiendo.
– Negociación de soluciones constructivas con nosotros mismos.
– Conexiones personales, esa que trabaja en el sutil arte de las relaciones, con nosotros, y con los demás.
3. ¡ERES IMPORTANTE!
El concepto que tienes ahora de ti mismo tiene absolutamente todo el potencial de ser moldeado y mejorado si realmente lo deseas. Alentar nuestra comprensión frente a estos entrenamientos personales en la maravillosa y cíclica adversidad va a resultar algo muy sabio mientras disfrutamos de este proceso que empieza ahora, pero que (por suerte) nunca acaba.
Amor propio, paciencia, reconocimiento de nuestras cualidades, agradecimiento, y pequeños retos propuestos día tras día, son los que nos llevarán en un mediano/largo plazo no solo a un gran resultado, sino a una plena consciencia de quiénes somos aceptando que el mayor compromiso es primero con nosotros mismos.
Eres importante en todas tus facetas, y esto debes tenerlo en cuenta sobre todo en los momentos en los que el camino no sea fácil, o que en el proceso empiecen a actuar aquellas realidades que quizás aún no querías enfrentar. No tiene que ser perfecto, no tiene que ser bonito, ni tampoco rápido; pero si debe ser real, amable y relevante para tu persona.
Nacer para vivir palpitando por eso que queremos, sin que una falsa autopercepción nos dirija los sentimientos y los pensamientos es mantener sanas las arterias de nuestro espíritu, sin que estallen en el camino a eso que llamamos felicidad, pero no bajo ese concepto definitorio y de alguna manera eterna, sino como un estado de fluidez en el que vamos balanceando de manera saludable nuestras habilidades junto con el desafío de eso que llamamos vida.